Buscar este blog

domingo, 19 de noviembre de 2017

IZQUIERDISMO: Función de la pseudocrítica y la pseudorrevolución en la sociedad tecnoindustrial




IZQUIERDISMO:
Función de la pseudocrítica y la pseudorrevolución en la sociedad tecnoindustrial[1]
Definición:
Último Reducto entiende por “izquierdismo”[2] cualquier corriente o tendencia social que se fundamente en los siguientes valores: igualdad, solidaridad expandida[3] y compasión hacia grupos de presuntas víctimas (con estos u otros nombres: “justicia social”, “cooperación”, “fraternidad”, “amor universal”, “paz”, etc.).
En general, el concepto de izquierdismo incluye casi cualquier corriente aparentemente crítica que no trate realmente de combatir la sociedad moderna sino de “mejorarla”.[4] El izquierdismo, por lo general, no pretende acabar con la sociedad tecnoindustrial, sólo trata de que ésta cumpla los valores arriba señalados. Que sea (más) “justa”, (más) “igualitaria”, (más) “solidaria”, etc. Aunque también hay izquierdismos “radicales” que dicen pretender combatir el sistema (normalmente le añaden adjetivos como “capitalista”, “imperialista” o “patriarcal”), siempre lo hacen basándose en esos valores.
El izquierdismo incluye, en general, eso que normalmente se entiende por izquierda, pero no sólo eso. El concepto de “izquierda” suele ser (casi) sinónimo de socialismo (en casi todas sus versiones -incluidas las libertarias o anarquistas-), pero también hay “izquierdismos” no socialistas (por ejemplo, todas las corrientes e iniciativas humanitarias derivadas exclusivamente del liberalismo filosófico o de la filantropía cristiana -ciertas asociaciones de base, ciertas organizaciones caritativas, algunas misiones, etc.-). De hecho, al menos algunos de los valores e ideales fundamentales de la mayor parte de eso que hoy en día se suele llamar “derecha” son en el fondo los mismos que los de lo que se denomina “izquierda”.
El izquierdismo, en concreto, abarca todas las luchas e iniciativas, gubernamentales o no, por la igualdad y los derechos de presuntos “oprimidos” (“antipatriarcalismo” en general y feminismo en particular, “liberación” homosexual, antirracismo, solidaridad con los inmigrantes, ayuda a los pobres, iniciativas para la integración social de los marginados y excluidos, defensa de los trabajadores, de los parados, de los minusválidos, de los animales, etc.), a favor del desarrollo (“sostenible”, suelen añadir), de la justicia, de la paz, de las “libertades ” y los derechos y de la democracia en general (luchas por el reparto de la riqueza, corrientes favorables a la “normalización” de las drogas o a la “liberación sexual”, antimilitarismos, pacifismos, “ecologismos” sociales -aquellas corrientes que aun denominándose ecologistas se centran prioritariamente en asuntos meramente sociales anteponiéndolos a los problemas realmente ecológicos-[5] y ambientalismos -corrientes cuya función real es mantener el entorno lo suficientemente habitable para que la población pueda seguir cumpliendo óptimamente con las exigencias de la sociedad tecnoindustrial-, anticapitalismos, etc.). Abarca, pues, la práctica totalidad de eso que se llama “movimientos sociales”, “contestatarios”, “antagonistas”, “alternativos”, etc. así como la inmensa mayoría de las ONGs, además de cualquier iniciativa, oficial o no, basada en favorecer la igualdad, la solidaridad (expandida) y la defensa de presuntas víctimas (iniciativas que hoy en día abarcan buena parte de las actividades de los gobiernos e instituciones).
Se suele considerar que “progresismo” e “izquierdismo” son sinónimos, y ciertamente así suele ser normalmente, pero no siempre. Si la idea de progreso[6] que defiende un progresismo está basada en aumentar la igualdad, la solidaridad y la defensa de presuntas víctimas (que suele ser precisamente la noción de progreso de casi todos los progresismos actuales) dicho progresismo es izquierdismo. Pero no todo progresismo tiene esa idea humanitaria de progreso: el colonialismo decimonónico, por ejemplo, se basaba, para justificar sus desmanes, en otra idea de progreso mucho menos “delicada” y para nada compatible con el progresismo izquierdista.
Por otro lado, aunque el izquierdismo suele ser abiertamente progresista, hay también corrientes izquierdistas minoritarias presuntamente contrarias al progreso, es decir, supuestamente no progresistas.[7]
Hoy en día, y desde hace ya décadas, la ideología dominante en la sociedad tecnoindustrial es izquierdista. Las instituciones y los medios de comunicación de masas se basan en los valores fundamentales izquierdistas de igualdad, solidaridad (expandida) y victimismo, y los transmiten y ponen en práctica adoptando, apoyando y fomentando muchas de las propuestas que antaño defendían exclusivamente sectores minoritarios (los izquierdistas de aquella época). Basta con observar mínimamente la propaganda institucional, las noticias, las formas masivas de arte y entretenimiento, la publicidad, etc. para darse cuenta de ello. En consecuencia, la población en general ha asumido los valores izquierdistas de dicha propaganda, en mayor o menor grado.
Sin embargo, mucha gente está convencida de que dichos valores izquierdistas son no sólo minoritarios, sino contrarios a los de la sociedad moderna actual a la cual consideran insolidaria y promotora de la desigualdad. Esta propia creencia es a su vez parte fundamental del izquierdismo pues lo justifica y promueve.
Valoración:
El izquierdismo ayuda al sistema
La igualdad, la solidaridad con individuos y grupos no allegados y la ayuda a las presuntas víctimas y oprimidos son imprescindibles para evitar conflictos, tensiones y comportamientos antisociales contrarios al funcionamiento eficiente de la maquinaria social. Dichos valores son necesarios para mantener la cohesión del sistema tecnoindustrial y evitar su disgregación y desorganización. Al asumirlos como propios y promoverlos, el izquierdismo ayuda al sistema.
El izquierdismo se basa, por consiguiente, en valores que son esenciales para la sociedad tecnoindustrial. En consecuencia, lo que el izquierdismo pone en cuestión no es el sistema social en sí, sino sólo el que, según los izquierdistas, dicho sistema no cumpla suficientemente con dichos valores ni, por tanto, persiga suficientemente los fines que esos valores implican. Así pues, el efecto del izquierdismo nunca puede ser acabar con el sistema social, sino sólo “perfeccionarlo”, de modo que funcione más eficientemente. Por consiguiente, el izquierdismo es inevitablemente reformista y jamás es realmente revolucionario.[8] Cuando el izquierdismo no se reconoce a sí mismo como reformista y se presenta a sí mismo como “revolucionario” es pseudorrevolucionario (cosa habitual en las formas de izquierdismo más radicales).
En relación con lo anterior, el izquierdismo es un mecanismo de alarma, autorreparación, automantenimiento y autocatálisis del funcionamiento y desarrollo del propio sistema tecnoindustrial. Con sus críticas el izquierdismo actúa como mecanismo de alarma que señala los puntos flojos, las contradicciones, los límites, los fallos, etc. del sistema tecnoindustrial. Y con sus propuestas favorece la reparación y reajuste del sistema, promoviendo “mejoras” o, como mínimo, paliativos, actuaciones que sirven para reducir las tensiones sociales, psicológicas o ecológicas que pueden entorpecer el mantenimiento, funcionamiento y desarrollo de la sociedad tecnoindustrial. El izquierdismo engrasa la maquinaria social, no la destruye.
Además, con sus propuestas, activismo, grupos, entornos, estética, parafernalia, ideología, etc., aparentemente críticos, combativos, rebeldes y radicales el izquierdismo ofrece sustitutos artificiales, inocuos para la sociedad tecnoindustrial, de ciertas tendencias y necesidades psicológicas humanas naturales incompatibles con el mantenimiento y desarrollo del sistema tecnoindustrial (por ejemplo, sustituye la sociabilidad natural humana, que exige, para poder ser plenamente satisfecha, que los grupos sociales sean de pequeña escala -grupos en los cuales todos sus miembros sean capaces de conocerse y relacionarse directamente entre sí-, por la sensación de pertenencia a grandes organizaciones y/o a los entornos y subgrupos izquierdistas). También reconduce y convierte en inofensivos para el sistema ciertos impulsos y reacciones que, de expresarse de forma espontánea, podrían ser dañinos o incluso destructivos para la estructura y el funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial (por ejemplo, el activismo izquierdista sirve para el desfogue de la hostilidad provocada por la frustración crónica generada por el modo de vida tecnoindustrial, de modo que ésta no dañe real y seriamente el funcionamiento y estructura del sistema). De este modo, el izquierdismo con sus propuestas ofrece a los individuos la falsa ilusión de que abrazándolo pueden actuar natural y libremente dentro la sociedad tecnoindustrial, y con sus prácticas les ofrece la impresión, no menos falsa, de estar rebelándose. Funciona, pues, también como válvula de escape psicológica del sistema.
Asimismo, a causa de su función como válvula de escape psicológica y de su aspecto, a menudo, pseudocrítico y pseudorrevolucionario, el izquierdismo actúa como una trampa que atrae a personas y grupos realmente críticos y potencialmente revolucionarios, desactivándolos y transformándolos en izquierdistas a su vez. Los entornos y corrientes izquierdistas se sirven de la sobresocialización[9] políticamente correcta[10] (tabúes y dogmas) para encerrar dentro de los esquemas ideológicos y psicológicos izquierdistas las ideas, los valores, las motivaciones, los fines, etc., naturales, originales y potencialmente revolucionarios de muchos de aquellos que entablan contacto con ellos. Así, aquellos que de forma independiente llegan a sentirse descontentos con lo que la sociedad tecnoindustrial está haciendo con el mundo no artificial y con la naturaleza humana, en su intento de contactar con otros individuos con inquietudes semejantes, se aproximan a menudo a corrientes, entornos y grupos izquierdistas, ya que éstos aparentan ser críticos. Muchos quedan inconsciente y psicológicamente atrapados por esos entornos al establecer con ellos afinidades y vínculos socioafectivos que anulan su capacidad de reacción y de crítica, y acaban así, en mayor o menor medida, tácita o explícitamente, y de buen grado o a regañadientes, abandonando o arrinconando sus propios valores y actitudes originales y adoptando los valores, los dogmas, los tabúes, los discursos, las teorías y la (sub)cultura izquierdistas.
Y también funciona en sentido inverso: cuando surgen luchas, entornos, corrientes, teorías o iniciativas críticas con la sociedad tecnoindustrial, en principio ajenas o poco afines al izquierdismo, muchos izquierdistas (en especial los más radicales) suelen sentirse atraídos por ellas, invaden esos entornos y luchas críticos, originalmente ajenos al izquierdismo, y/o adoptan sus discursos como propios adulterándolos para que se ajusten a las teorías y a los valores básicos izquierdistas, dando como resultado la conversión al izquierdismo de esas luchas o iniciativas inicialmente no izquierdistas, y con ello su desactivación como luchas potencialmente revolucionarias.
El izquierdismo actúa, por tanto, también como mecanismo de autodefensa del sistema al anular impulsos, iniciativas y actitudes rebeldes, disfuncionales y potencialmente peligrosos para la sociedad tecnoindustrial y aprovecharlos (a modo de “jiu-jitsu” psicológico e ideológico) a favor de la sociedad industrial, integrándolos en entornos y corrientes izquierdistas.
El izquierdismo como causa y efecto de la alienación psicológica
El izquierdismo es fruto de la alienación, de un estado de debilidad y enajenación psicológica, a menudo causado por las condiciones de vida inherentes a la sociedad tecnoindustrial. La tecnología moderna y el sistema social que ésta inevitablemente conlleva niegan a los individuos la posibilidad de desarrollar y satisfacer plena y autónomamente sus tendencias, capacidades y necesidades naturales, es decir, su libertad, inhibiendo o pervirtiendo la expresión de su naturaleza. Les privan totalmente de la posibilidad de ejercer control sobre las condiciones que afectan a sus propias vidas y atentan contra su dignidad, al convertirlos en seres desvalidos y completamente dependientes del sistema. Les obligan a vivir en condiciones antinaturales para las que no están biológicamente preparados (ruido, alta densidad poblacional, ritmo de vida acelerado, cambios rápidos en el entorno, entornos hiperartificializados, etc.). Regulan y restringen su comportamiento natural en muchos aspectos. Todo esto genera malestar psicológico en muchos individuos (baja autoestima y sentimientos de inferioridad, aburrimiento, frustración, depresión, ansiedad, enfado, vacío, etc.). Y, con frecuencia, dicho malestar se expresa en forma de victimismo, hedonismo, hostilidad, etc. Estos sentimientos y actitudes son habituales en la sociedad tecnoindustrial y dan lugar a diversos comportamientos antinaturales. El izquierdismo es uno de estos comportamientos. Sus valores fundamentales son inspirados por los sentimientos de inferioridad y tras muchas de sus teorías, discursos y actividades están la falta de confianza en uno mismo, la hostilidad y el aburrimiento. Y, como el izquierdismo favorece en realidad el desarrollo de la sociedad tecnoindustrial, actúa como un mecanismo de retroalimentación de la alienación psicológica y, con ella, de sí mismo.[11]
Los valores e ideas izquierdistas son opuestos a la realidad, a la razón y a la verdad
La mayoría de las teorías izquierdistas son, en el fondo, lógica, empírica y filosóficamente absurdas. El izquierdismo se basa en unas nociones del mundo, de la sociedad, de lo humano y de lo natural que no se corresponden con la realidad. Los valores e ideas básicos izquierdistas, así como algunos otros que suelen ir a menudo asociados al izquierdismo, son, en el mejor de los casos, perversiones de valores y tendencias naturales y correctos (por ejemplo, la solidaridad expandida es una adulteración colectivista de la solidaridad natural entre individuos allegados) y, en el peor, meros disparates basados en una lógica deficiente (el relativismo, por ejemplo) y en la tergiversación de los hechos para ajustarlos a la teoría, los fines y los valores izquierdistas (por ejemplo, la idea de que los seres humanos prácticamente carecen de naturaleza y que son seres exclusiva o principalmente culturales, sociales o históricos).
El izquierdismo es contrario a la Naturaleza
El izquierdismo es una amenaza para la autonomía de la Naturaleza salvaje, incluida la verdadera libertad humana[12]. A pesar de que, a primera vista, al menos algunos de los fines izquierdistas parecen loables y deseables (razón por la cual mucha gente los abraza y defiende), en realidad la consecución de los fines izquierdistas supondría un auténtico desastre en lo referente a la verdadera libertad humana y la autonomía de la Naturaleza salvaje. Esto es así no sólo porque el izquierdismo favorece, como ya hemos visto, el desarrollo del sistema tecnoindustrial, sino también porque, al situar la igualdad, la solidaridad expandida y la defensa de las víctimas por encima de cualquier otro valor, el izquierdismo descuida, o incluso desprecia la autonomía de lo no artificial -porque, de hecho, ésta es incompatible con esos valores básicos izquierdistas (la Naturaleza salvaje, incluida la naturaleza humana, no es igualitaria, ni solidaria, ni compasiva, salvo dentro de unos límites muy restringidos). Para tratar de poner en práctica las utopías izquierdistas, sería necesario someter completamente tanto a los seres humanos en particular como a la Naturaleza salvaje en general.
Conclusión:
[Este punto va especialmente dirigido a todos aquellos que desearían poder hacer algo para tratar de acabar realmente con el sistema tecnoindustrial pero, debido a que sienten un genuino y justo rechazo por el izquierdismo, se muestran, acertadamente, muy suspicaces respecto a la mayoría de las corrientes presuntamente críticas con la sociedad industrial actual].   
¿Cómo actuar con respecto al izquierdismo?
-  Criticarlo, desvelando lo que realmente es: un engaño, una trampa, un mecanismo del propio sistema para perpetuarse y crecer más fácil y eficientemente, un pobre sucedáneo de la verdadera rebelión y una locura fruto de las condiciones antinaturales inherentes a la vida moderna.
Sin embargo, la crítica al izquierdismo no debe convertirse en un objetivo en sí. Sólo ha de ser un medio, un requisito práctico, imprescindible hoy en día para tratar de lograr un fin mucho más importante: eliminar el sistema tecnoindustrial y acabar con el sometimiento de la Naturaleza salvaje - externa e interna a los seres humanos- que éste inevitablemente conlleva.       
-  Evitar caer en la trampa. Intentar mantenerse estrictamente separados del izquierdismo, de su influencia, de sus entornos, de sus valores, teorías y discursos. Y viceversa, mantener alejado al izquierdismo de sí; tratar de que los valores, ideas y discursos propios no sean absorbidos, pervertidos y desactivados por el izquierdismo.[13]
-  No avergonzarse de tener valores e ideas no izquierdistas; no dejar que las reacciones sobresocializadoras, los dogmas y los tabúes izquierdistas políticamente correctos les influyan. Esto a su vez ayudará a mantener alejados a los izquierdistas y a evitar así su nefasta influencia.

 



Último Reducto

Contacto: ultimo.reducto@hotmail.com



[1] Versión actualizada en noviembre del 2017. © copyright 2007, Último Reducto.
[2] Quizá “izquierdismo” no sea el término más adecuado para expresar el concepto al que Último Reducto se quiere referir aquí. Todo el mundo tiene cierta noción intuitiva de lo que es el “izquierdismo”, pero a menudo dichas nociones varían notablemente de unos individuos a otros y pocos son capaces de explicar correcta y coherentemente cuál es su idea de “izquierdismo”. Además, como en el manicomio (y no por mera casualidad), en esto de las nociones intuitivas del izquierdismo, normalmente, ni están todos los que son, ni son todos los que están (ciertas nociones o definiciones incompletas, a menudo, no abarcan todas las formas de izquierdismo realmente existentes -por ejemplo, consideran izquierdismo sólo el marxismo-leninismo, o sólo el anarcosindicalismo, o sólo la subcultura “antagonista”, etc.- y ciertas nociones o definiciones excesivamente vagas o amplias podrían abarcar corrientes que en realidad no son realmente izquierdistas -por ejemplo, ciertos islamismos-).
Todo esto complica la definición e interpretación del concepto al cual Último Reducto se refiere con dicho término. Sin embargo, lo importante aquí es tratar de expresar, aclarar y captar dicho concepto sin perdernos en discutir cómo llamarlo. Que cada cual lo denomine como buenamente quiera y pueda.
[3] La expresión “solidaridad expandida” hace referencia a la solidaridad (es decir, apoyo, identificación, fraternidad, lealtad, cooperación, etc.) más allá del grupo de referencia social natural (grupo de allegados).
A pesar de que en la ideología de la sociedad tecnoindustrial (y, con ella, en buena parte de los discursos izquierdistas) se tiende a promover, a nivel teórico, una solidaridad expandida indiscriminada (hacia todos los seres humanos, o incluso más allá), en la práctica, debido a las limitaciones físicas impuestas por la Naturaleza en general, y a las limitaciones psicológicas impuestas por la naturaleza humana en particular, la solidaridad expandida no suele ser aplicada de forma indiscriminada, sino sólo respecto a grupos humanos o entornos sociales restringidos.
[4] La sociedad tecnoindustrial debe ser combatida, y no reformada, porque atenta inevitablemente contra la autonomía del funcionamiento de los sistemas no artificiales, es decir, de la Naturaleza salvaje, tanto externa como interna a los seres humanos. Para profundizar en este asunto, véase por ejemplo, Theodore J. Kaczynski, La Sociedad Industrialy Su Futuro, Freedom Club, Isumatag, 2011.
[5] Esto no implica que los ecologismos que no sean “sociales”, es decir, aquellos ecologismos que anteponen los problemas ecológicos a los problemas sociales y se declaran ecocéntricos, no estén nunca influenciados por las ideas y valores izquierdistas. De hecho, lamentablemente, con demasiada frecuencia sucede lo contrario: su teoría, su discurso y sus filas suelen estar también en muchos casos contaminados por el izquierdismo.
[6] Progreso: creencia en la bondad absoluta de algún tipo de proceso de desarrollo.
[7] Si bien, en realidad, todas ellas defienden, de un modo u otro, alguna forma de progreso, aunque sólo sea un progreso inmaterial, moral, “espiritual”.
[8] El término “reformista”, en este texto, significa “que promueve la reparación del sistema tecnoindustrial, no su eliminación”. El término “revolucionario”, en este texto, sería su antónimo, es decir, se refiere exclusivamente a aquel o aquello que promueve la eliminación del sistema tecnoindustrial, no su reparación.
[9] Sobresocialización: interiorización excesiva por parte de los individuos de los valores de su entorno social, en gran medida favorecida por éste, de modo que son incapaces de contravenirlos sin sentir vergüenza o remordimientos. Afecta en mayor o menor medida a casi todas las personas, pero en especial a aquellos individuos que son más susceptibles a las influencias de su entorno social. Es un fenómeno habitual en la sociedad tecnoindustrial actual (aunque no sólo en ella) y es especialmente abundante e intenso en sus subsistemas izquierdistas. Tiene mucho que ver con la noción de lo “políticamente correcto”, ya que es lo que permite que ésta se imponga.
[10] En realidad, la llamada “corrección política” se refiere al conjunto de ideas y valores asumidos como incontestables por la mayoría dentro de un grupo social humano en un contexto histórico dado. En realidad, la corrección política es un fenómeno que se da en cualquier entorno social y en cualquier época, y su contenido (las ideas consideradas incontestables) puede ser, en principio, muy diverso. Sin embargo, la expresión “corrección política” es usada en la actualidad casi exclusivamente en referencia a ciertas ideas y valores supuestamente incontestables claramente cercanos a los del izquierdismo y procedentes, en gran medida, de él. En este texto, Último Reducto usa la expresión “corrección política” (y sus derivadas) exclusivamente con este último sentido restringido.
[11] Esto es sólo una aproximación general a la psicología del izquierdismo. Cabría hacer muchas matizaciones al respecto. Como por ejemplo, que no siempre es la alienación provocada por la vida moderna la causa de los rasgos psicológicos propios del izquierdismo. Muchos izquierdistas sencillamente son psicológicamente débiles por naturaleza.
[12] La verdadera libertad es la autonomía a la hora de expresar y satisfacer las propias tendencias, necesidades y capacidades, es decir, la propia naturaleza. No tiene nada que ver con la eliminación o evitación de los límites naturales (concepto humanista de la libertad), ni con las llamadas “libertades civiles” o derechos.
[13] A este respecto, no hay que caer en la ingenuidad y superficialidad de creer que todo aquel que aparenta rechazar el izquierdismo realmente no es izquierdista. No basta simplemente con que use el término “izquierdismo” de forma despectiva. Muchos izquierdistas que cumplen paradigmáticamente la definición de izquierdismo dada en este texto (por ejemplo, muchos anarcosocialistas, autónomos, anticapitalistas, insurreccionalistas, situacionistas, anarcoprimitivistas, marxistas, etc.) suelen meterse a menudo con algo a lo que ellos llaman “izquierdismo”, dando a entender que ellos mismos no se reconocen como lo que de hecho son: izquierdistas a su vez. Para identificar a los izquierdistas hay que fijarse en cuáles son sus valores básicos, sus ideales, sus objetivos, sus referentes y ascendentes ideológicos, etc., y no sólo en si expresan explícita y aparentemente rechazo por el “izquierdismo” en su discurso.

lunes, 30 de octubre de 2017

TED KACZYNSKI ACERCA DE ITS

TED KACZYNSKI ACERCA DE ITS[1]
En lo que respecta a Individualidades Tendiendo a lo Salvaje[2] (ITS), dices que no creen que se deba crear un movimiento dedicado a la eliminación del sistema tecnoindustrial y que su idea es hacer algo para detener el progreso tecnológico, pero sin esperanza ni intención de eliminar el sistema.
A partir de esto, y también a partir de algunas partes de los comunicados[3] de ellos que U. R. me ha enviado, está claro que ITS son unos ignorantes en lo que respecta a la política. Es absolutamente imposible detener el progreso tecnológico, o siquiera frenarlo significativamente, sin eliminar la totalidad del sistema tecnológico. Además, las partes de sus comunicados que he mencionado muestran que la noción acerca de la revolución de ITS se halla en un nivel de parvulario. Creen que una revolución consiste en una sublevación popular (“levantamiento popular”, “un mar de personas … [que actúan] de forma violenta” ). Las revoluciones a veces ocurren de este modo, pero, en la mayoría de los casos, son procesos políticos dirigidos desde arriba por un puñado de líderes. Habitualmente, los alzamientos populares son meros incidentes o episodios en el proceso político y en ellos no se ve implicado más que un pequeño porcentaje de la población. Por ejemplo, la “Revolución” de Febrero en Rusia (que en realidad no fue una revolución sino sólo una insurrección) fue llevada a cabo solamente por los obreros industriales de San Petersburgo, los cuales constituían sólo un pequeño porcentaje de la población rusa. Su acción sirvió sólo para ofrecer a los bolcheviques un punto de partida que éstos aprovecharon para tomar el control de todo el país meses después –principalmente mediante la destreza política.
Las revoluciones pueden ocurrir incluso sin que se produzca ningún levantamiento popular. Por ejemplo, los nazis tomaron el poder en Alemania usando solamente medios políticos. Salvo por el golpe de Estado de la Cervecería de Munich, una década antes (el cual fue un fracaso ignominioso y llevó a Hitler a dedicarse, en adelante, a perseguir el poder exclusivamente de forma legal), los nazis nunca intentaron una sublevación. Antes de tomar el poder, los nazis se vieron implicados en ciertos actos violentos –por ejemplo, en peleas callejeras con los comunistas- y, después de que tomasen el poder, se produjo la “noche de los cuchillos largos”, durante la cual Hitler eliminó físicamente a sus rivales dentro del propio Partido Nazi. Sin embargo, tras el mencionado fracaso del golpe de Estado los nazis, nunca más volvieron a usar la violencia contra las autoridades establecidas.
Cabe destacar que la revolución nazi fue en parte una revolución contra la civilización. Sin embargo, no logró nada en contra de la civilización porque a Hitler solamente le interesaban el poder personal y la autoglorificación. Él y sus secuaces se apropiaron de las fuerzas potencialmente revolucionarias que existían en la sociedad alemana (que incluían a la corriente anticivilizatoria, entre otras) y las explotaron para conseguir el poder para sí mismos.
Además de hacer gala de un concepto ingenuo de la revolución, ITS también muestra su ignorancia política de otras formas. Si esta gente alguna vez ha leído algo acerca de la historia, no lo ha entendido. En consecuencia, es muy probable que cualquier acción que lleven a cabo, sea legal o ilegal, resulte ser contraproducente. Las acciones revolucionarias, legales o no, deberían ser trazadas inteligentemente para servir a unos objetivos políticos y cualquier comunicado[4] que las acompañase debería estar escrito de forma políticamente inteligente. Esto requiere el liderazgo de gente que se haya tomado la molestia de adquirir tanto conocimiento como le sea posible acerca de los modos en que las sociedades se desarrollan y cambian.
El error más importante que comete ITS es que expresan, y por tanto promueven, una actitud de desesperanza acerca de la posibilidad de eliminar el sistema tecnológico. No tengo tiempo para comentar ejemplos históricos en los que grupos minúsculos y aparentemente insignificantes, considerados por la mayoría de la gente como chiflados, tontos o “románticos”, lograron finalmente, a pesar de todo, llevar a cabo revoluciones con éxito. Sin embargo, un ingrediente indispensable para el triunfo de tal empresa es la confianza en la posibilidad de éxito. Dado que ITS trata de socavar la confianza en la posibilidad de éxito a la hora de luchar contra el sistema tecnológico, debemos rechazar a esta gente e incluirla en la lista de nuestros adversarios políticos.
Sólo añadiré que, en las partes de los comunicados que U.R. me ha enviado, algunos de los datos en que se basa ITS son erróneos y que ITS me atribuye afirmaciones que yo nunca he hecho y opiniones que nunca he defendido.




[1] Traducción a cargo de Último Reducto de un fragmento de la carta de Theodore John Kaczynski a Anónimos con Cautela del 2 de septiembre del 2012. Original en inglés. Nota del traductor.
[2] Kaczynski había escrito “Individuos tendiendo a lo Salvaje” en el original. N. del t.
[3] “Comunicados”, en español, en el original. N. del t.
[4] Ídem. N. del t.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

EN DEMASIADOS LUGARES Y NO SÓLO DE LA MANCHA


En demasiados lugares, y no sólo de La Mancha[1]
   En esto descubrieron treinta o cuarenta generadores eólicos que hay en aquel monte y así como Don Silvestre los vio, dijo a su guía turístico:
-La desventura va guiando nuestras cosas peor de lo que acertábamos a temer; porque ves allí, Vicente, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados demonios-robot, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las pilas, con cuyos despojos comenzaremos a ser libres; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de la Naturaleza quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
-¿Qué robots?- dijo Vicente Masa.
-Aquellos que allí ves- respondió Don Silvestre -con brazos de un color verde sostenible, tan limpio que parecen blancos, que suelen poder verse algunos desde casi dos leguas.
-Mire vuesa merced- respondió Vicente -que aquellos que así parecen no son demonios mecánicos, sino molinos de viento y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento, hacen andar el generador eléctrico del molino.
-Bien parece- respondió Don Silvestre- que no estás cursado en esto de la lucha antitecnológica: ellos son robots; y si tienes miedo quítate de ahí y ponte a navegar por el ciberespacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Y diciendo esto, dio de pedales a su bicicleta, sin atender a las voces que su guía turístico Vicente le daba, advirtiéndole de que sin duda alguna aquellos que iba a acometer no eran malvados robots, sino generadores eólicos que prometían resolver todos nuestros problemas facilitando con su producción eléctrica inmaculada e inagotable el desarrollo, el progreso y la producción y consumo ilimitados de bienes y servicios y, por tanto, la comodidad y la felicidad universales. Pero él iba tan puesto en que eran robots que amenazaban con convertirnos a todos en esclavos de su señor Don Sistema, que ni oía las voces de su guía turístico Vicente, ni dejaba de ver, aunque él también había sido bien adoctrinado en la fe progresista y la educación medioambiental y en valores, y estaba ya bien entrado el siglo XXI, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:
-Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que ya sólo un caballero es el que os acomete.
Levantóse en esto un poco de viento, y lo que parecían sólo grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Silvestre, dijo:
-Pues aunque mováis los brazos como si fuesen aspas y tratéis de engatusarme con vuestro murmullo para hacerme creer que sólo sois molinos neutros e inofensivos, no conseguiréis engañarme como al resto.
Y en diciendo esto, encomendándose de todo corazón a su señora la Virgen Naturaleza, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con lanza en ristre, arremetió a toda la velocidad de su destartalada bicicleta y embistió con el primero de lo que parecían simples molinos ecológicos, que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, aparecieron un montón de iracundos bienintencionados tecnófilos, ecosolidarios y progres que al ver cómo atacaba su panacea sin ningún respeto por los tabúes y dogmas políticamente correctos dictados por los medios de comunicación, los programas educativos y los movimientos sociales, tomáronlo por un malvado autoritario inmovilista de derechas, arremetiendo unitaria y democráticamente contra él con tal furia que le hicieron la lanza pedazos llevándose tras sí a la bici y al ciclista, que fue rodando muy maltrecho por el campo.
Por suerte, el microchip multimedia de telecomunicación que al igual que el resto de sus semejantes llevaba Vicente implantado en el cerebro se puso automáticamente en contacto con la policía, los bomberos y el servicio de ambulancias. Hecho esto, Vicente Masa, acudió él mismo a socorrerle, a todo el correr de su quad, y cuando llegó halló que no se podía menear: tales fueron los golpes que le dieron los bienintencionados y tolerantes ecojusticieros sociales al autodefenderse.
-¡Válame Internet!- dijo Vicente -¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino generadores eólicos de electricidad sostenible, limpia y buena, y no lo podía ignorar sino quien aún no llevase un microchip de telecomunicación, integración y contacto social implantado en la cabeza?
-Calla, amigo Vicente- respondió Don Silvestre -que las cosas de la Tecnología Moderna, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que pienso, y es así verdad, que Don Sistema que nos robó la libertad ha vuelto estos malvados robots en molinos de apariencia sostenible por tratar de encandilaros a todos para que bailéis a su son de buena gana, creyendo que hacéis el Bien defendiéndolos: tal es su grado de retorcimiento y complicación; mas al cabo, han de poder poco sus malas artes y la buena intención de sus fieles, contra la indiferencia y firmeza de mi cráneo y espalda.




[1] Adaptación de un fragmento de Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, a cargo de E=m.c2. © 2017, E=m.c2

miércoles, 21 de junio de 2017

EL BIENINTENCIONADO

English versión: The Well-meaning  
EL BIENINTENCIONADO[1]      
Alfredo Alfonso Alfalfa era un ser tan piadoso que cada mañana al despertar pensaba en todos los seres que estarían muriendo en ese momento y en todo el sufrimiento que estarían soportando otros animales, humanos o no, en ese preciso instante. Cada mañana recordaba que él era uno de esos seres, que sufría y que, aunque le costaba hacerse a la idea, moriría también como los demás.
Alfredo Alfonso Alfalfa no sólo estaba convencido de que sentir empatía por el resto de los seres era lo correcto, sino que creía firmemente que creer sentir lo que se cree que otros sienten era un rasgo inequívoco e incuestionable de superioridad sobre el resto de seres desaprensivos e incivilizados. 
Alfredo Alfonso Alfalfa pasaba los días agobiado por estos pensamientos, eran su obsesión.
Cierta mañana en que el Sol brillaba, los pájaros cantaban y los insectos volaban sobre la pradera, Alfredo Alfonso Alfalfa salió a dar un paseo. Caminó un buen trecho por el campo mientras sufría por la crueldad del mundo: él pisaba sin querer la hierba, el sol secaba las plantas, los pájaros se comían a los insectos y los insectos se devoraban entre sí y a las plantas. Era una auténtica carnicería. No podía soportarlo. Cansado, se sentó a la sombra de una higuera mientras observaba intranquilo el transitar de una oruga por el tallo de una zarza. ¿Querría comerse la planta aquel malvado insecto? Y, ¡cuánto sufriría la oruga si se pinchaba con las crueles espinas de la zarza!
El mundo estaba loco, todo era contrario a como debería ser. La Naturaleza era muerte y sufrimiento. ¡Cuánto desearía poder evitarlos!       
En esto, Dios (que, como todos los lectores ateos saben, es un señor anciano, alto, melenudo y barbudo, canoso y vestido con sábanas blancas, que vive en las nubes y se pasa la vida creando mundos y cuidando de ellos) apareció frente a él. Se había compadecido de la inmensa compasión del compasivo Alfredo, el cual, de mientras, pensaba para sí: “este dios estúpido y brutal está pisando a las pobres e indefensas hormigas”, Dios, que también pensaba para sí: “¡Mira que tengo mala suerte! haber caído en un hormiguero. ¡Como pican estas condenadas!”, envió un ángel (que, como todo ateo sabe, es un pájaro de cuidado —sobre todo si es el de la guarda— con largos rizos dorados, sexo hermafrodita e insoportablemente encantador) que cogió suavemente a Alfredo y lo elevé al Cielo.          
Ya en el cielo, Dios se acercó a Alfredo Alfonso Alfalfa, que observaba pensativo desde las alturas un mundo lleno de seres malignos, en el cual todos sufrían terribles padecimientos y agonías y a su vez las inflingían a otros, en el que el asesinato y el sadismo eran la norma...
-Alfredo, hijo mío -dijo Dios, que en el fondo era un sentimental- he visto con agrado tu gran piedad. Me ha sorprendido gratamente tu preocupación y dedicación por la vida y el bienestar de los demás seres. En verdad, en verdad te digo que si todos los seres fuesen como tú el mundo sería muy distinto. Alfredo, hijo mío, eres mi ídolo, y para demostrártelo te voy a permitir ser Dios en mi ausencia que tengo que irme a hacer los recados. En tus manos encomiendo el mundo. Tus deseos son órdenes y puedes usar estos instrumentos que ves aquí para llevarlos a cabo.
Y, dicho esto, desapareció dejando a Alfredo en el séptimo cielo.
Alfredo no cabía en sí de gozo. Por fin se le reconocía su valía, por fin alguien (aunque sólo fuera Dios) se daba cuenta de quién era realmente y de para qué había nacido. Dios había tenido una revelación divina. El conocimiento del verdadero carácter suprahumano de Alfredo Alfonso Alfalfa había sido implantado en la mente de Dios por el poder psíquico paranormal del divino Alfredo. El era el Salvador, el Ser Original, Auténtico, Único, Especial e Inigualable que el mundo había estado esperando desde hace millones de años. La evolución había tocado a su fin. Todo había sucedido con una finalidad evidente: él, Alfredo Alfonso Alfalfa, el espíritu más puro, amoroso, perfecto y humilde jamás habido. Era inmejorable, insuperable, el más bueno, el más inteligente, el más mejor... Por fin lo había conseguido, era Dios mismo.  
Alfredo Alfonso Alfalfa se dispuso a desempeñar su nuevo cargo como ser supremo, omnisciente, omnipotente y ubicuo (esto, para los lectores “creyentes”, hace referencia a Dios, no a los santos, mártires y héroes de las diversas “revoluciones”, revueltas, rabietas y pataletas habidas o por haber, ni a 1os intelectualillos, “enteraos” y demás listos de los cojones libertarios, izquierdistas y progresistas más o menos contestatarios, duros y “radicales”, que son legión. Eso sería entrar en otros cuentos). Por fin podría hacer realidad su deseo de acabar con el sufrimiento y la muerte y reparar lo que millones y millones de años de caos, crímenes continuos y luchas encarnizadas habían engendrado: un mundo odioso y sangriento, un espectáculo dantesco y atroz de opresión constante de los seres fuertes sobre los débiles, de violencia de los débiles sobre los más débiles y de agresiones de fuertes grupos de seres débiles sobre débiles seres fuertes.
Decidió por tanto que resucitaría, mediante los superpoderes que la divina alta tecnología le ofrecía, a todos los seres muertos hasta la fecha y que en adelante impediría que cualquier ser dañase a otro y que ningún ser vivo muriese.            
Dicho y hecho. Puso a los ángeles a trabajar y en pocos minutos la maniobra de resurrección e inmunización contra el dolor y la muerte había concluido.
¡Qué feliz estaba! Se había acabado el mal, sólo existía ya el Bien: la vida eterna y la felicidad sin límites. Estaba tan feliz que ni se preocupó de mirar para abajo y ver su gran obra. Al fin y al cabo, los principios teóricos en que se basaba eran impecables, todo encajaba lógicamente a la perfección, lo había diseñado él, ¿para que revisar el resultado?      
En ese preciso instante entró Dios con los pelos y las barbas de punta y echando truenos por la boca y rayos por los ojos.   
-Pero, ¿se puede saber quién ha sido el desgraciado que ha causado semejante desbarajuste?- gritó dirigiéndose al ángel que desempeñaba las funciones de contramaestre de Dios- ¡Se le van a caer las plumas! ¡Lo voy a convertir en figurita para nacimiento!
-¿Qué ha sucedido, compañero?- preguntó Alfredo preocupado por el malestar del que ahora era su colega- ¿Qué es lo que tanto te irrita? Cuéntamelo y seguro que podré hacer algo por ti.
-Echa un vistazo al mundo por el borde de la nube y lo verás- dijo Dios.
Alfredo Alfonso Alfalfa se aproximó a la barandilla de seguridad que rodeaba la cubierta de la nube y observó maravillado y lleno de orgullo su gran obra.            
Allí abajo se apilaban, capa sobre capa, millones, billones, trillones... de seres de las más diversas formas, texturas y tamaños (peludos, emplumados, escamosos, blandos, duros...) formando una masa informe y palpitante de cuerpos en movimiento mezclados con troncos, ramas y hojas y una sustancia viscosa de color indefinible formada por microorganismos, estiércol, orines y materia vegetal en descomposición. Se pisaban y aplastaban unos a otros a causa de la falta de espacio, pero pasara lo que pasara ninguno moría y al momento recuperaban su forma original para volver acto seguido a perderla en otro accidente. Y lo más maravilloso, el tamaño de aquella inmensa bola de vida crecía por momentos pues aunque eran inmortales, los seres vivos seguían reproduciéndose.
-Me ha quedado imponente, ¿verdad?- dijo Alfredo.         
-Así que has sido tú. Has arruinado mi creación. Miles de millones de años manteniendo el equilibrio y vienes tú  y en diez minutos te lo cargas.    
-¿Qué dices? ¿Qué equilibrio? ¿Cuál es el problema?- Alfredo no salía de su asombro; aquel dios idiota no era capaz de reconocer el Bien cuando lo veía.  
-¿No ves que no tienen sitio? ¡Se están aplastando unos a otros!- gritó Dios encolerizado:
-¡Ah!, es sólo eso... bueno, pues los mandamos a otros planetas y ya está.
Dios no acababa de encajar la situación, aquel pequeño hombrecillo bienintencionado era peor que una plaga y encima iba de listillo. Dios tenía la impresión de que el control se le escapaba de las manos.
-Al  ritmo que crecen no habría suficientes planetas en el Universo, y además, si estaban en este planeta y no en otros era por algo. Sólo nos faltaba extender este sindiós por el resto del Universo. Hay que pararlos, ¡ya!           
-Eso está hecho- dijo Alfredo Alfonso Alfalfa con aire de tenerlo todo previsto desde hacía mucho tiempo -Los esterilizamos y sanseacabó. Además para que se estén quietos y no se peleen ni se ataquen unos a otros los encerramos a cada uno por separado, y si hace falta los inmovilizamos y punto. ¿A que es buena idea? Seguro que a ti nunca se te hubiese ocurrido.
Dios estaba perplejo, aquella criaturilla arrogante hecha a su imagen y semejanza (¿o era al revés?; siempre había sospechado que era él quien había sido diseñado y fabricado a imagen y semejanza de algunos humanos como aquel) tenía “solución” para todo. ¡Y qué remedios! Peores que la enfermedad. Y encima se daba unos humos aquel sinvergüenza…
-¡Qué dices insensato! ¿Quién te crees que eres para disponer de la libertad de otros seres y para decidir cuáles deben nacer y procrear y cuáles no? ¿Dios, acaso?   
-Ahora que lo dices, pues sí. Tú me has nombrado tu sustituto.
-Pues te retiro del cargo.
A Dios le iba a dar un mal de un momento a otro. Aquel humanillo le estaba tocando las narices. Era algo totalmente insoportable, incluso para Dios. ¿Qué demonios (¡uy! perdón, quería decir “diantres”) podía haber visto en aquel ser canijo y vanidoso? Menos mal que sabía que Dios es infalible que si no pensaría que se había equivocado.        
-Pues no me da la gana renunciar a él. Eres un viejo imbécil, chocho, decrépito, débil y  pseudopacifista que tolera la maldad. Eres tan incompetente que no has sido capaz de eliminar el dolor y la muerte del mundo y he tenido que venir yo a enseñarte cómo hacer el Bien y a poner orden. Vete ya y deja el puesto a alguien realmente capaz, como yo.    
-Mira hijito, aquí el único imbécil que hay eres tú y quienes como tú se creen que el Mundo es suyo.
Ya no le cabía duda, a pesar de ser Dios, se había equivocado. Tanto texto sagrado, tantos siglos exaltando la Vida, el Amor, la Felicidad... lo único que habían conseguido era crear monstruos como aquel individuo que tenía delante
-¡Fuera de mi nube!
En el acto, un ángel agarró a Alfredo Alfonso Alfalfa por las orejas y lo bajó a tierra. Durante el tiempo que duró el descenso, Dios y los ángeles que estaban de guardia en ese momento deshicieron el desaguisado, dejando el mundo como estaba antes de que Alfredo lo “arreglara”.
Alfredo Alfonso Alfalfa despertó a mediodía al sentir el picotazo de un pérfido tábano que de forma vil y ruin le había tratado de chupar la sangre. Se quedó horrorizado, el mundo seguía siendo una gran sala de torturas, todo había sido un sueño una ilusión. Era un humano de nuevo y aunque obviamente merecía ser Dios por su carácter amable para con las víctimas inocentes e inermes del maltrato y el abuso perpetuos que se daban en la Naturaleza, no lo era. Todo había sido un bonito sueño. La realidad era cruel y esto no era más que otra demostración de ello.
Alfredo Alfonso Alfalfa de repente sintió pánico, cayó en la cuenta del peligro que había corrido quedándose dormido en plena Naturaleza hostil. Cualquier animal depredador y sanguinario podría haberle atacado en un arrebato de furia animal y, con fruición, devorarlo vivo desgarrando sus miembros con sus colmillos y garras mientras engullía su cadáver y bebía su sangre. ¡Oh, qué terrible posibilidad! Estaba aterrado. Menos mal que siempre llevaba su teléfono móvil encima para estos casos de emergencia. Al recordarlo, recuperó la calma y levantándose emprendió el regreso a su casa, que por cierto estaba a menos de trescientos metros de la zona verde en que se encontraba Alfredo. 
Mientras, Dios, en la gloria, hacía frente a una profunda crisis existencial y dudaba de sí mismo, es decir, era agnóstico. Tras entrar en éxtasis místico decidió abandonar su puesto y volverse ateo. Un error lo tiene todo dios, pero un dios que se equivoca tanto lo mejor es que dimita.
Lo más curioso del caso es que a partir de ese momento no se notó en absoluto su ausencia. Todo siguió su curso natural. La muerte continuó siendo el final de la vida individual y un paso más en la evolución de la vida en general, los animales libres siguieron valiéndose del dolor para mantener el contacto con la realidad y evitar daños mayores y, por desgracia, algunos enanos con delirios de grandeza, falta de humildad y fuertes desequilibrios mentales siguieron tratando de poner orden en el orden preexistente que a ellos les quedaba grande, jugando a ser dioses y asegurando que Dios lo quiso así.
¡De los bienintencionados líbranos Señor!






[1] Cuento extraído de Historias desde el Lado Oscuro (E=m.c2,2004,); © 2004, E=m.c2.

jueves, 8 de junio de 2017

EL BARCO DE LOS TONTOS

EL BARCO DE LOS TONTOS[1]
Por Ted Kaczynski

Érase una vez el capitán y los oficiales de un barco, que estaban tan exageradamente orgullosos de su habilidad como marinos, tan llenos de soberbia y tan engreídos, que se volvieron locos. Pusieron rumbo al norte y navegaron hasta encontrar icebergs y peligrosos témpanos, y aun así siguieron navegando hacia el norte a través de aguas más y más peligrosas, sólo para tener oportunidad de dar cada vez mayores muestras de su pericia como marineros.
   A medida que el buque iba alcanzando mayores latitudes, el descontento crecía entre los pasajeros y los marineros. Comenzaron a reñir entre ellos y a quejarse de las condiciones en que vivían.
   -¡Que me aspen -dijo un experimentado marinero-, si esta no es la peor travesía que he jamás hecho! La cubierta está helada; cuando estoy de guardia, el viento corta incluso a través de la chaqueta; cada vez que arrío el trinquete los dedos están a punto de congelárseme. ¡Y sólo me pagan cinco miserables chelines al mes!
   -¿De qué te quejas? -le contestó una pasajera-. A mí el frío no me deja dormir por la noche. Las mujeres en este barco no reciben tantas mantas como los hombres. ¡No es justo!
   -¡Hijos de la gran chingada! -protestó un marinero mejicano-. Yo sólo cobro la mitad que los marineros anglosajones. Se necesita mucha comida para poder mantenerse caliente en este clima, y yo no estoy recibiendo la parte que me corresponde; a los anglosajones les dan más. Y lo peor de todo es que los oficiales siempre dan las órdenes en inglés en vez de en español.
   -Yo tengo más motivos para protestar que nadie -dijo un marinero que era descendiente de indios americanos-. Si los rostros pálidos no me hubiesen robado las tierras de mis antepasados, yo no estaría siquiera aquí, en este barco, en medio de icebergs y ventiscas árticas. Estaría remando en una canoa sobre la bella y plácida superficie de un lago. Merezco una compensación. El capitán debería, por lo menos, permitirme organizar una partidita para sacar algo de dinero.
   -Ayer el primer oficial me llamó “maricón” sólo porque chupo pollas -se quejó el contramaestre- ¡Tengo derecho a chupar pollas sin que me insulten por ello!
   -¡No sólo los humanos son maltratados en este barco -intervino una pasajera amante de los animales, con la voz estremecida por la indignación-, porque, la semana pasada, vi como el segundo oficial le daba un par de puntapiés al perro del barco!
   -¡Todo esto es espantoso! -exclamó frotándose las manos uno de los pasajeros, que era catedrático-, ¡Es inmoral! ¡Es racismo, sexismo, especismo, homofobia y explotación de la clase obrera! ¡Es discriminación!
   -¡Sí, sí! -gritaron los pasajeros.
   -¡Eso, eso! -gritaron los marineros-. ¡Es discriminación! ¡Tenemos que exigir nuestros derechos!
   -Ejem... -carraspeó el grumete-. Todos tenéis buenas razones para quejaros. Pero me parece que lo que realmente deberíamos hacer es lograr que el barco vire en redondo y ponga rumbo al sur, ya que si continuamos yendo hacia el norte tarde o temprano acabaremos hundiéndonos irremediablemente. Y entonces vuestros sueldos, vuestras mantas y vuestro derecho a chupar pollas no os servirán de nada, porque nos ahogaremos todos.
Pero nadie le prestó atención, pues no era más que un grumete.
   El capitán y los oficiales, desde el puente en el castillo de popa, habían estado observando y escuchando. Ahora sonreían y se lanzaban guiños entre sí. Y a una señal del capitán, el tercer oficial bajó del castillo de popa, se acercó con calma adonde estaban reunidos los pasajeros y los marineros y se abrió paso entre ellos. Puso una cara muy seria y habló como sigue:
   -Los oficiales hemos de admitir que en este barco han estado sucediendo ciertas cosas inexcusables. No nos habíamos dado cuenta de la gravedad de la situación hasta que hemos oído vuestras quejas. Somos gente de buena voluntad y queremos ayudaros. Pero, ya sabéis..., el capitán es bastante conservador y sigue en sus trece. Así que puede que haya que darle un pequeño empujoncito para lograr que acepte hacer cualquier cambio sustancial. Mi opinión personal es que si protestáis vigorosamente -aunque siempre de forma pacífica y sin infringir ninguna de las normas del barco- conseguiréis sacar al capitán de su inercia y forzarle a tener en cuenta vuestras justas quejas.
Dicho esto, el tercer oficial se dirigió de vuelta al castillo de popa. Mientras se alejaba, los pasajeros y los marineros le gritaban:
   -¡Moderado! ¡Reformista! ¡Cobarde liberal! ¡Lameculos!
Pero de todos modos hicieron lo que les dijo. Se juntaron en pelotón frente al castillo de popa, lanzaron insultos contra los oficiales, y exigieron sus derechos:
   -¡Quiero un aumento de salario y mejores condiciones laborales!- gritó el veterano marinero.
      -¡Igual número de mantas para las mujeres que para los hombres!- chilló la pasajera.
      -¡Quiero que me den las órdenes en castellano!- exclamó el marinero mejicano.
      -¡Quiero tener derecho a organizar una partida!- clamó el marinero indio.
      -¡No quiero que me llamen maricón!- vociferó el contramaestre.
      -¡No más patadas al perro!- gritó la amante de los animales.
      -¡Revolución ya!- dijo el catedrático.
El capitán y los oficiales se reunieron y pasaron unos minutos deliberando, mientras se hacían guiños, asentían y se sonreían mutuamente. Entonces el capitán dio unos pasos hacia el frente del castillo de popa y dando grandes muestras de benevolencia, anunció que el sueldo del marinero veterano sería aumentado a seis chelines mensuales; que el sueldo del marinero mejicano sería aumentado hasta dos tercios del sueldo de un marinero anglosajón y que la orden de arriar el trinquete le sería dada en español; que las pasajeras recibirían una manta más; que al marinero indio se le permitiría organizar una partida las noches de los sábados; que el contramaestre no sería llamado maricón siempre y cuando mantuviese estrictamente en privado su afición a chupar pollas; que el perro no recibiría puntapiés a menos que hiciese algo realmente condenable, como por ejemplo robar comida de la cocina del barco.
   Los pasajeros y los marineros celebraron estas concesiones como una gran victoria, pero a la mañana siguiente de nuevo se sentían insatisfechos.
   -Seis chelines al mes es una miseria, y todavía se me hielan los dedos cuando arrío el trinquete -refunfuñó el viejo marinero.
   -Aún no recibo la misma paga que los anglosajones, ni suficiente comida para este clima -dijo el marinero mejicano.
   -Las mujeres aún no tenemos suficientes mantas para mantenernos calientes -dijo la pasajera.
Los otros pasajeros y marineros expresaron quejas similares, y el catedrático les incitaba.
   Cuando al fin se callaron, el grumete habló, más alto esta vez para que los demás no pudiesen ignorarle tan fácilmente:
   -Es realmente terrible que el perro reciba patadas por robar un mendrugo de pan de la cocina; y que las mujeres no tengan tantas mantas como los hombres; y que al marinero más experimentado se le congelen los dedos; y no veo porqué el contramaestre no debería chupar pollas si le gusta hacerlo. Pero, ¡mirad lo grandes que son ya los icebergs, y cómo el viento sopla cada vez más fuerte! ¡Hemos de poner el barco rumbo al sur, porque si seguimos yendo al norte naufragaremos y nos ahogaremos!
   -¡Oh, sí!- dijo el contramaestre-. Es verdaderamente espantoso que sigamos dirigiéndonos al norte. Pero, ¿por qué he de mantener en el armario mi afición a chupar pollas? ¿Por qué han de llamarme maricón? ¿No valgo lo mismo que cualquier otra persona?
   -Navegar hacia el norte es terrible -dijo la pasajera-. Pero, ¿no ves?, esa es precisamente la razón por la que las mujeres necesitamos más mantas para mantenernos calientes. ¡Exijo igual número de mantas para las mujeres ya!
   -Es bien cierto -dijo en catedrático-, que navegar hacia el norte está acarreándonos grandes privaciones a todos nosotros. Pero cambiar de rumbo y dirigirnos al sur es irrealista. No se puede dar marcha atrás a la historia. Hemos de encontrar una forma madura de hacer frente a esta situación.
   -Mirad -dijo el grumete-, si dejamos que esos cuatro chalados del castillo de popa sigan gobernando el barco, nos ahogaremos todos. Si lográsemos poner el barco a salvo, entonces podríamos preocuparnos de las condiciones laborales, las mantas para las mujeres y el derecho a chupar pollas. Pero para eso antes hemos de cambiar el rumbo de este buque. Si algunos de nosotros nos juntásemos, hiciésemos un plan y mostrásemos un poco de coraje, podríamos salvarnos. No haría falta que fuésemos muchos. Seis u ocho bastarían. Podríamos asaltar el castillo de popa, echar a esos lunáticos por la borda y dirigir la nave al sur.
   -No creo en la violencia. Es inmoral -dijo severamente el catedrático alzando la barbilla.
   -El uso de la violencia es siempre contrario a la ética -dijo el contramaestre.
   -Me aterra la violencia -dijo la pasajera.
Mientras, el capitán y los oficiales habían estado observándolo y escuchándolo todo. A una señal del capitán, el tercer oficial bajó a cubierta. Se paseó entre los pasajeros y los marineros, diciéndoles que aún había muchos problemas en el barco.
   -Hemos hecho grandes progresos- dijo-, pero aún queda mucho por hacer. Las condiciones laborales del marinero más veterano aún son duras, el marinero mejicano aún no cobra lo mismo que los anglosajones, las mujeres todavía no reciben las mismas mantas que los hombres, la partida que organiza el indio la noche de los sábados es una pobre compensación por la pérdida de sus tierras, es injusto que el contramaestre tenga que mantener en el armario su afición a chupar pollas, y el perro aún recibe patadas algunas veces. Creo que el capitán necesita otro empujoncito. Sería conveniente que todos vosotros hicieseis otra manifestación de protesta. Siempre y cuando ésta sea noviolenta.
Mientras el tercer oficial caminaba de vuelta hacia la popa, le lanzaban insultos, pero de todos modos hicieron lo que dijo y se juntaron en frente del castillo de popa para realizar otra protesta. Despotricaron y blandieron sus puños, e incluso tiraron al capitán un huevo podrido (el cual esquivó hábilmente).
  Tras oír sus quejas, el capitán y los oficiales se juntaron en una reunión, durante la cual se lanzaron continuamente guiños y sonrisas unos a otros. Después el capitán se aproximó al borde del castillo de popa y anunció que el viejo marinero recibiría un par de guantes para que no se le enfriaran los dedos; que el marinero mejicano recibiría un sueldo correspondiente a las tres cuartas partes del sueldo de un marinero anglosajón; que las mujeres recibirían otra manta más; que el marinero indio podría organizar una partida la noche de los sábados y otra la de los domingos; que al contramaestre se le permitiría chupar pollas en público una vez hubiese anochecido; y que nadie daría puntapiés al perro sin antes tener el permiso del capitán.
   Los pasajeros y los marineros quedaron encantados con esta gran victoria revolucionaria, pero a la mañana siguiente de nuevo se sentían insatisfechos y comenzaron a refunfuñar y a quejarse otra vez.
   El grumete ya estaba harto.
   -¡Malditos imbéciles!- gritó-. ¿Es que no veis lo que el capitán y los oficiales están haciendo? Os mantienen entretenidos con vuestras triviales protestas acerca de los sueldos, las mantas y las patadas al perro, de modo que no penséis acerca del verdadero problema de este barco: está yendo cada vez más al norte y nos vamos a ahogar todos. Si al menos unos pocos de vosotros recuperaseis la cordura, nos uniríamos y asaltaríamos el castillo de popa, podríamos cambiar el rumbo del barco y salvarnos. Pero todo lo que hacéis es gimotear a causa de ridiculeces como las condiciones laborales, las partidas o el derecho a chupar pollas.
   -¡Ridiculeces!- exclamó el mejicano-. ¿Crees que es razonable que yo reciba sólo las tres cuartas partes del sueldo de un marinero anglosajón? ¿Es ridículo quejarse de eso?
   -¿Cómo puedes llamar ridiculez a mi problema?- gritó el contramaestre-. ¡No sabes lo humillante que es que te llamen maricón!
   -¡Dar patadas al perro no es ninguna “ridiculez”!- chilló la amante de los animales-. ¡Es despiadado, cruel e inhumano!
   -Vale, está bien- respondió el grumete-. Estos problemas no son ridiculeces. Patear al perro es cruel e inhumano y es humillante que a uno le llamen maricón. Pero en comparación con nuestro verdadero problema, en comparación con el hecho de que el barco se dirige al norte, vuestros asuntos resultan ridículos, porque si no cambiamos cuanto antes el rumbo de esta nave nos vamos a ahogar todos.
   -¡Fascista!- exclamó el catedrático.
   -¡Contrarrevolucionario!- dijo la pasajera.
Y todos los pasajeros y marineros reaccionaron uno tras otro llamando fascista y contrarrevolucionario al grumete. Le empujaron a un lado y volvieron a refunfuñar y gimotear a causa de sus sueldos, de las mantas de las mujeres, del derecho a chupar pollas y de cómo se trataba al perro. El barco siguió navegando rumbo al norte y al poco  tiempo chocó contra un iceberg y todos se ahogaron.




[1] Traducción de “Ship of Fools” a cargo de Último Reducto a partir del manuscrito original en inglés cedido por el autor. Copyright del original © 1999, Theodore John Kaczynski. Copyright de la presente traducción al español © Último Reducto, 2017.